miércoles, 13 de junio de 2012

descenso

Toda impresión deja cierta huella imborrable; es decir, que las moléculas una vez arregladas y forzadas a vibrar de cierta manera, no volverán a colocarse exactamente en el estado primitivo. Si yo rozo la superficie del agua tranquila con una pluma, el liquido no volverá a tomar la forma que tenía antes; podrá presentar de nuevo una superficie tranquila, pero hay moléculas que han cambiado de lugar, y un ojo suficientemente penetrante descubrirá ciertamente el paso de la pluma.
Las moléculas animales cambiadas de lugar adquieren pues, un grado más o menos débil de aptitud para sufrir ese cambio. Sin duda, si esta misma actividad no vuelve a actuar sobre esas mismas moléculas, tenderán a recobrar su movimiento natural; pero las cosas pasaran de muy distinta manera si sufren muchas veces la misma acción. En este caso, pierden poco a poco la facultad de volver a su movimiento natural, y se identificarán más y más con el que se las imprime, hasta el punto de que llegará este a ser natural a su vez y más tarde obedecerán a la menor causa que las ponga en conmoción.

Deboeuf, Théorie générale de la sensibilité.


El descenso nos llama
      como nos llamó el ascenso
          La memoria es una especie
de consumación
    una suerte de renovación
        incluso
un inicio, pues los espacios que abre son lugares nuevos

habitados por hordas
   de especies
hasta entonces impensadas
      cuyos movimientos
            se orientan hacia nuevos objetivos
(incluso cuando antes fueron desechados)

La música del desierto
William Carlos Williams.

Traducido por Juan Antonio Montiel.

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