- Recuerdo... - empecé a decir, y me interrumpí para golpear unas flores purpúreas que saltaron por el aire derramando pétalos a nuestros pies.
El zar se detuvo, agitó una mano elocuente para abarcar el jardín y el cielo, y terminó su movimiento colocándola de nuevo sobre su corazón.
- No recuerdes nunca- me aconsejó- es muy enojoso-. Piensa en el futuro y en los lugares que visitarás. Atenas, hija mía, piensa en Atenas. Yo iré a Burdeos en invierno, a buscar un tonel de vino para alegrar los días tristes.
Beryl Bainbridge.
Lo ha dicho Harriet.
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